Derechos de autor y derechos públicos.
PERE FAGES I MIR La Vanguardia, 9-8-99
Desde que “monsieur” de Voltaire primero y “monsieur” de Beaumarchais después inventaron la noción del derecho de los autores a percibir una parte de lo que sus escritos produjesen, algo ha llovido y, por fortuna, mucho ha cambiado la suerte, por lo menos financiera, de quienes antes debían infeudar su trabajo intelectual a los caprichos y dictados del príncipe. El príncipe se ha democratizado y hoy el público, y sus gustos y necesidades, sustituyen, en teoría, al gran señor o al poderoso eclesiástico destinatarios de serviles dedicatorias.
Si recuerdo esto es para afirmar mi convicción de que el derecho de los autores, de los intérpretes, de los ejecutantes, en todos los campos es legítimo y debe ser preservado. No en vano, en el campo audiovisual, donde me sitúo, el combate por estos derechos (y no sólo económicos, sino morales, como la integridad de las obras) aún no ha cesado ni ha alcanzado todos los objetivos.
La prensa de estos días ha aireado la creación de una página en Internet, patrocinada por una real o supuesta asociación de amigos de Carles Fages de Climent, a través de la que se dan a conocer textos inéditos de mi padre.
Esta acción viene a romper con decenios de abandono por parte de los titulares de los derechos de autor que un día les fueron legados de las obligaciones morales y legales que el clausulado de dicho legado impone. Las gestiones amistosas, la denuncia pública de una situación indecente y las presiones, por fin, ejercitadas contra herederos y albaceas, que de una obra literaria tienen un concepto estrictamente reductor y patrimonial, de nada han servido. Las solicitudes correctísimas -me consta- de algunos editores tampoco han obtenido respuesta positiva.
Ante esta situación, la violación de unos derechos de autor, transmitidos a unos herederos desinteresados del valor cultural de los textos que los sustentan, me parece cuanto menos legítima. Una cosa es aceptar el derecho a la propiedad privada, muy otra cosa es negarse de forma recalcitrante a que los criterios de utilidad pública prevalezcan.
No me corresponde a mí valorar la obra sistemáticamente ocultada de Fages de Climent. Como indicio de su nulo valor literario se pueden contabilizar los silencios persistentes de las antologías (Triadú, Castellet, Molas...). A senso contrario podrían inscribirse las valoraciones elogiosas y a veces entusiastas de autores como Ventura Gassol, Octavi Saltor, Eugeni d'Ors, Josep Pla, Solervicens. Recuerdo también manifestaciones orales en el mismo sentido de Joan Fuster o de J. V. Foix, quien pronunció en los funerales de Fages de Climent un elogio literario de gran intensidad.
Sobre todo en el capítulo de las valoraciones positivas cuentan para mí las múltiples inscripciones en zaguanes y portales del Empordà de dísticos y poemas, que se recitan a veces deformados, a veces incompletos, pero que demuestran que la memoria popular y la tradición oral pueden paliar olvidos y ajustes de cuentas políticoliterarios.
Bienvenido sea quien fuere el autor del acto pirático si con ello se ayuda a cumplir el más vivo deseo de Carles Fages de Climent: la publicación de su obra inédita. No dudo que el hombre que escribió su necrológica en vida con su sentido del humor profundo y su irónica mirada sobre el progreso técnico, contemplaría con algo más que agrado la venganza cibernética contra herederos infieles y antólogos resabiados.
Me aseguran que la página de Internet a la que nos referimos está domiciliada a nombre del poeta, en el cementerio de Castelló d'Empúries. No deja de ser coherente con la actitud de Fages de Climent, quien -en estado preagónico- supo que “El Correo Catalán” publicó precipitadamente un artículo necrológico de Busquets Molas, y se lo agradeció en una respuesta publicada en la siguiente edición del mismo diario.
A Fages de Climent le gustaba profetizar con buen humor en sus textos sobre el futuro del Empordà. También lo hizo en ocasiones sobre el destino último de su obra. Pienso que este epigrama resumiría con acierto su estado de ánimo en la circunstancia: “Passaran els anys i els lustres / i aquells a qui jo ofenia / amb els dardells d'ironia / esdevindran els balustres / de la meva galeria / de putrefactes ilustres”.
PERE FAGES I MIR, productor de cine
PERE FAGES I MIR La Vanguardia, 9-8-99
Desde que “monsieur” de Voltaire primero y “monsieur” de Beaumarchais después inventaron la noción del derecho de los autores a percibir una parte de lo que sus escritos produjesen, algo ha llovido y, por fortuna, mucho ha cambiado la suerte, por lo menos financiera, de quienes antes debían infeudar su trabajo intelectual a los caprichos y dictados del príncipe. El príncipe se ha democratizado y hoy el público, y sus gustos y necesidades, sustituyen, en teoría, al gran señor o al poderoso eclesiástico destinatarios de serviles dedicatorias.
Si recuerdo esto es para afirmar mi convicción de que el derecho de los autores, de los intérpretes, de los ejecutantes, en todos los campos es legítimo y debe ser preservado. No en vano, en el campo audiovisual, donde me sitúo, el combate por estos derechos (y no sólo económicos, sino morales, como la integridad de las obras) aún no ha cesado ni ha alcanzado todos los objetivos.
La prensa de estos días ha aireado la creación de una página en Internet, patrocinada por una real o supuesta asociación de amigos de Carles Fages de Climent, a través de la que se dan a conocer textos inéditos de mi padre.
Esta acción viene a romper con decenios de abandono por parte de los titulares de los derechos de autor que un día les fueron legados de las obligaciones morales y legales que el clausulado de dicho legado impone. Las gestiones amistosas, la denuncia pública de una situación indecente y las presiones, por fin, ejercitadas contra herederos y albaceas, que de una obra literaria tienen un concepto estrictamente reductor y patrimonial, de nada han servido. Las solicitudes correctísimas -me consta- de algunos editores tampoco han obtenido respuesta positiva.
Ante esta situación, la violación de unos derechos de autor, transmitidos a unos herederos desinteresados del valor cultural de los textos que los sustentan, me parece cuanto menos legítima. Una cosa es aceptar el derecho a la propiedad privada, muy otra cosa es negarse de forma recalcitrante a que los criterios de utilidad pública prevalezcan.
No me corresponde a mí valorar la obra sistemáticamente ocultada de Fages de Climent. Como indicio de su nulo valor literario se pueden contabilizar los silencios persistentes de las antologías (Triadú, Castellet, Molas...). A senso contrario podrían inscribirse las valoraciones elogiosas y a veces entusiastas de autores como Ventura Gassol, Octavi Saltor, Eugeni d'Ors, Josep Pla, Solervicens. Recuerdo también manifestaciones orales en el mismo sentido de Joan Fuster o de J. V. Foix, quien pronunció en los funerales de Fages de Climent un elogio literario de gran intensidad.
Sobre todo en el capítulo de las valoraciones positivas cuentan para mí las múltiples inscripciones en zaguanes y portales del Empordà de dísticos y poemas, que se recitan a veces deformados, a veces incompletos, pero que demuestran que la memoria popular y la tradición oral pueden paliar olvidos y ajustes de cuentas políticoliterarios.
Bienvenido sea quien fuere el autor del acto pirático si con ello se ayuda a cumplir el más vivo deseo de Carles Fages de Climent: la publicación de su obra inédita. No dudo que el hombre que escribió su necrológica en vida con su sentido del humor profundo y su irónica mirada sobre el progreso técnico, contemplaría con algo más que agrado la venganza cibernética contra herederos infieles y antólogos resabiados.
Me aseguran que la página de Internet a la que nos referimos está domiciliada a nombre del poeta, en el cementerio de Castelló d'Empúries. No deja de ser coherente con la actitud de Fages de Climent, quien -en estado preagónico- supo que “El Correo Catalán” publicó precipitadamente un artículo necrológico de Busquets Molas, y se lo agradeció en una respuesta publicada en la siguiente edición del mismo diario.
A Fages de Climent le gustaba profetizar con buen humor en sus textos sobre el futuro del Empordà. También lo hizo en ocasiones sobre el destino último de su obra. Pienso que este epigrama resumiría con acierto su estado de ánimo en la circunstancia: “Passaran els anys i els lustres / i aquells a qui jo ofenia / amb els dardells d'ironia / esdevindran els balustres / de la meva galeria / de putrefactes ilustres”.
PERE FAGES I MIR, productor de cine