Climent
Anton M. Espadaler (La Vanguardia, 3-10-2009)
En la colección Josep Pla, auspiciada por la Diputación de Girona, se
publicó a principios del pasado verano un texto muy interesante debido
a un personaje que, por lo que parece, no acaba de encajar en los
esquemas dominantes en el mundillo literario catalán, Climent, de
Carles Fages de Climent. Si uno consulta la última historia canónica
de la literatura catalana comprueba, en efecto, que no sólo a Fages se
le despacha, como poeta, con cuatro frases, sino que a este libro no
se le dedica una sola línea. Y si uno quisiera resarcirse acudiendo al
último diccionario que para ayuda de curiosos se ha elaborado sobre el
tema, se encontrará con que a esta obra de Fages, elaborada en buena
prosa, se la describe como “una novela histórica” –lo que no es ni por
asomo–, “biografía cruel de algunos de sus antepasados”, lo que induce
a una confusión todavía mayor. Tal como están las cosas sobre Fages, y
después de la reedición de su obra poética, lo más completo que hoy
puede leerse sobre él sigue siendo el esbozo biográfico que le dedicó
Josep Pla. Aun así no debe olvidarse que su enfoque recibió el
subtítulo de “una vaga aproximación”.
Por lo que he entendido del personaje, que no es simple, su formación
clásica y su contacto con griegos y latinos le condujeron a aceptar
las ideas del noucentisme, que era un aticismo, hasta allí donde
empezaba lo dionisíaco, y el anhelo de orden se transformaba en
carnaval. Uno tiene la impresión de que Climent responde al intento de
entender, o sea, de dar una explicación racional, al encuentro o a la
colisión de esos dos estados o, si se quiere, de esas dos naturalezas.
No con el espíritu libre de un novelista – lo que le hubiera
aproximado avant la lettre (Climent es de 1933) a un Bearn –, sino con
la mirada impasible de un historiador – lo que lo acerca a las Quinze
generacions d'una família catalana de Martí de Riquer. Porque se debe
reconocer que Fages, que se basa en un rico archivo familiar, no
esconde nada. Al contrario, la franqueza se considera un rasgo
característico de la familia.
El libro se propone narrar “pequeña historia, sin la que no existiría
la grande. Muchas cosas ordinarias y ninguna extraordinaria. Anécdota
viva, concreta, alimento para las vastas abstracciones conocidas.
Polvo de archivo, y un poco de emoción”. Los prota- gonistas de tales
anécdotas son su bisabuelo y su abuelo maternos, ambos progresistas o,
lo que es lo mismo, partidarios del general Espartero y luego del
general Prim, y tanto padre como hijo resueltos a soportar
repetidamente el exilio por lealtad a sus ideas.
Ambos fueron ilustrados a su modo, partidarios de la libertad y con
idéntica firmeza del orden y de la propiedad. Y al mismo tiempo,
orgullosos sostenedores de un patrimonio que con la sucesión de
aventuras, políticas y de faldas, iba menguando indefectiblemente.
Anton M. Espadaler (La Vanguardia, 3-10-2009)
En la colección Josep Pla, auspiciada por la Diputación de Girona, se
publicó a principios del pasado verano un texto muy interesante debido
a un personaje que, por lo que parece, no acaba de encajar en los
esquemas dominantes en el mundillo literario catalán, Climent, de
Carles Fages de Climent. Si uno consulta la última historia canónica
de la literatura catalana comprueba, en efecto, que no sólo a Fages se
le despacha, como poeta, con cuatro frases, sino que a este libro no
se le dedica una sola línea. Y si uno quisiera resarcirse acudiendo al
último diccionario que para ayuda de curiosos se ha elaborado sobre el
tema, se encontrará con que a esta obra de Fages, elaborada en buena
prosa, se la describe como “una novela histórica” –lo que no es ni por
asomo–, “biografía cruel de algunos de sus antepasados”, lo que induce
a una confusión todavía mayor. Tal como están las cosas sobre Fages, y
después de la reedición de su obra poética, lo más completo que hoy
puede leerse sobre él sigue siendo el esbozo biográfico que le dedicó
Josep Pla. Aun así no debe olvidarse que su enfoque recibió el
subtítulo de “una vaga aproximación”.
Por lo que he entendido del personaje, que no es simple, su formación
clásica y su contacto con griegos y latinos le condujeron a aceptar
las ideas del noucentisme, que era un aticismo, hasta allí donde
empezaba lo dionisíaco, y el anhelo de orden se transformaba en
carnaval. Uno tiene la impresión de que Climent responde al intento de
entender, o sea, de dar una explicación racional, al encuentro o a la
colisión de esos dos estados o, si se quiere, de esas dos naturalezas.
No con el espíritu libre de un novelista – lo que le hubiera
aproximado avant la lettre (Climent es de 1933) a un Bearn –, sino con
la mirada impasible de un historiador – lo que lo acerca a las Quinze
generacions d'una família catalana de Martí de Riquer. Porque se debe
reconocer que Fages, que se basa en un rico archivo familiar, no
esconde nada. Al contrario, la franqueza se considera un rasgo
característico de la familia.
El libro se propone narrar “pequeña historia, sin la que no existiría
la grande. Muchas cosas ordinarias y ninguna extraordinaria. Anécdota
viva, concreta, alimento para las vastas abstracciones conocidas.
Polvo de archivo, y un poco de emoción”. Los prota- gonistas de tales
anécdotas son su bisabuelo y su abuelo maternos, ambos progresistas o,
lo que es lo mismo, partidarios del general Espartero y luego del
general Prim, y tanto padre como hijo resueltos a soportar
repetidamente el exilio por lealtad a sus ideas.
Ambos fueron ilustrados a su modo, partidarios de la libertad y con
idéntica firmeza del orden y de la propiedad. Y al mismo tiempo,
orgullosos sostenedores de un patrimonio que con la sucesión de
aventuras, políticas y de faldas, iba menguando indefectiblemente.